Club utilise des cookies et des technologies similaires pour faire fonctionner correctement le site web et vous fournir une meilleure expérience de navigation.
Ci-dessous vous pouvez choisir quels cookies vous souhaitez modifier :
Club utilise des cookies et des technologies similaires pour faire fonctionner correctement le site web et vous fournir une meilleure expérience de navigation.
Nous utilisons des cookies dans le but suivant :
Assurer le bon fonctionnement du site web, améliorer la sécurité et prévenir la fraude
Avoir un aperçu de l'utilisation du site web, afin d'améliorer son contenu et ses fonctionnalités
Pouvoir vous montrer les publicités les plus pertinentes sur des plateformes externes
Gestion des cookies
Club utilise des cookies et des technologies similaires pour faire fonctionner correctement le site web et vous fournir une meilleure expérience de navigation.
Ci-dessous vous pouvez choisir quels cookies vous souhaitez modifier :
Cookies techniques et fonctionnels
Ces cookies sont indispensables au bon fonctionnement du site internet et vous permettent par exemple de vous connecter. Vous ne pouvez pas désactiver ces cookies.
Cookies analytiques
Ces cookies collectent des informations anonymes sur l'utilisation de notre site web. De cette façon, nous pouvons mieux adapter le site web aux besoins des utilisateurs.
Cookies marketing
Ces cookies partagent votre comportement sur notre site web avec des parties externes, afin que vous puissiez voir des publicités plus pertinentes de Club sur des plateformes externes.
Une erreur est survenue, veuillez réessayer plus tard.
Il y a trop d’articles dans votre panier
Vous pouvez encoder maximum 250 articles dans votre panier en une fois. Supprimez certains articles de votre panier ou divisez votre commande en plusieurs commandes.
Introducción y epílogo de Ian Robertson Traducción de Antonio Iriarte«Los Fusileros siempre éramos los primeros en desembarcar, porque, de hecho, siempre formábamos la vanguardia al avanzar y la retaguardia en las retiradas. Como los antiguos nativos de Kent, exigíamos por derecho el puesto de honor en el campo de batalla. [...] Ni el calor del ardiente sol, ni las largas millas, ni las pesadas mochilas, pudieron domeñar nuestro ardor. [...] Era una visión gloriosa la de nuestras banderas desplegadas al viento en aquellos campos. Los soldados parecían invencibles: nada, pensaba yo, hubiese podido derrotarlos. Con decir que, nada más que en los Fusileros, contábamos con algunos de los hombres más duros que hubiesen luchado nunca bajo el sol ardiente en tierra enemiga. Pero viví para ver cómo las penalidades y la fatiga acababan con cientos de ellos antes de que hubiesen pasado unas pocas semanas. [...] En la retirada de Salamanca recuerdo haber visto caer a muchos hombres. Entonces se trataba ya prácticamente de un sálvese quien pueda. Aquellos cuyas fuerzas empezaban a fallarles no miraban ni a izquierda ni a derecha, sino que, con los ojos vidriosos, seguían adelante, tambaleándose, como buenamente podían. [...] Tras la desastrosa retirada a La Coruña, los Fusileros habíamos quedado reducidos a una sombra enfermiza, si se me permite el término. Mi compañía, de cerca de un centenar de hombres, no contaba ya sino tres.» Del texto de BENJAMIN HARRIS «Y sin embargo, en las solemnes palabras de William Napier, primer historiador de la guerra contra Napoleón, fue precisamente esta fuerza insignificante, que nunca sobrepasó los 40.000 efectivos británicos, la que luchó y venció en diecinueve batallas campales e innumerables combates; planteó o resistió diez asedios, y tomó cuatro grandes fortalezas; expulsó dos veces de Portugal a los franceses, y una de España; invadió Francia, y dio muerte, hirió o hizo prisioneros a 200.000 enemigos, a costa de 40.000 muertos entre los suyos, cuyos huesos blanquean las llanuras y montañas de la península.Por su parte, John Kincaid nos ha dejado una amarga descripción de una revista de oficiales a su regreso de la península, referida sólo a los que habían mandado el 95ø Regimiento. Ahí estaban: Beckwith con una pata de palo, y Pemberton y Manners con un tiro en la rodilla cada uno, con lo que tenían la pierna tan tiesa como el primero; Loftus Gray con un tajo en el labio y un talón demediado, lo que le daba un compás claudicante a su marcha; Smith, con un tiro en el tobillo, Eele con un pulgar de menos y Johnstone, además de con agujeros varios de bala, con un codo rígido, lo que le impedía molestar a sus amigos arrancándole gigas escocesas a su violín; Perceval, con un tiro en los pulmones; Hope, con una pierna lacerada por la metralla, y George Simmons, cuyo acribillado cuerpo se mantenía en su sitio por obra y mérito de un corsé. ¿Y qué decir de la tropa? ¿Cuántos miles de veteranos, desfigurados, tullidos, muchos de ellos pobres, cuando no en la miseria más absoluta, no quedarían a la deriva en las sórdidas calles del Londres de Dickens, las mismas calles en las que Harris sobrevivió largos años, ejerciendo su oficio de zapatero con habilidad, y resistiendo con paciencia hasta el final? Eso no lo sabremos nunca.» Del Epílogo de Ian Robertson Reseñas:«Muchos soldados de Wellington relataron sus recuerdos personales, y entre aquellos viejos héroes se cuenta el fusilero Harris.» Sir Arthur Conan Doyle Blog de Javier Marías: