Meses antes de la Primera Guerra Mundial, Robert llegó a Gijón, procedente de su ciudad natal, Metz (parte de Alemania en aquel entonces-parte de Francia hoy), para empezar su carrera comercial como aprendiz en la gran empresa alemana AEG. La guerra (1914-1918) fue un acontecimiento dramático para él: solo en un país extraño y con toda la familia en la zona de guerra.
Años después, convertido del judaísmo al catolicismo, casado y con cuatro hijos se vio envuelto en la Guerra Civil de España, y después en la Francia ocupada por los Nazis en medio de una aventura que no hubiera podido soñar. Su búsqueda de solidaridad y justicia en el mundo, resultó en una lucha de años para sobrevivir hasta reunirse con su familia en Cuba, después de la Segunda Guerra Mundial.
Ni los encarcelamientos ni las amenazas de pena de muerte pudieron quebrantar su espíritu. No en balde se sentía en España - cuna de Don Quijote - como si estuviera en su hogar. Su ingenio, ideales y conciencia del imperativo moral le ayudaron a sobrevivir incluso cuando parecía que la muerte era segura.