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CONVIÈRTETE EN LO QUE CONTEMPLAS. Este libro querría trazar, o por lo menos esbozar, un camino de oración. Es una invitación a salir del punto en el que estamos para tratar de llegar a otro en quince días. Pero quisiéramos pasar estos quince días con Clara de Asís. Y ella nos arrastra realmente en su búsqueda de Dios. Ir en su compañía es ponerse en camino. ¡Y no sólo en camino! La búsqueda de Dios adquiere a veces la velocidad de una carrera ligera. Y eso a pesar de que nuestra compañera de viaje es una sedentaria. Durante más de cuarenta años vivió en el mismo monasterio de San Damián, entregándose a tareas muy normales, sin llamar la atención. Por eso, con una mujer así, este camino de oración se parece más bien a un paseo por el campo que nos devuelve al mismo punto de partida pero diferentes, después de habernos enriquecido. No hay que dejar lo cotidiano para ir a Dios, sino llevar la vida diaria a la oración, aceptando que Dios nos devuelva a ella y la trabaje a su antojo. Para que dé fruto un paseo semejante, hace falta cierta dosis de curiosidad. Pocos días antes de su muerte, Clara invita a su cabecera a unos hermanos para que le lean pasajes de la Sagrada Escritura. Cuando aparece entre ellos fray Junípero, notable saetero del Señor, que solía lanzar ardientes palabras sobre Èl, inundada de renovada alegría, pregunta si tiene a punto alguna nueva (L 45: p. 179). Pasar quince días con Clara es hacerle día tras día la misma pregunta, incansablemente: «¿Qué puedes enseñarme hoy sobre Dios?». El título de cada uno de los quince capítulos de este libro intenta ser un elemento de respuesta a esta pregunta. A grandes rasgos, he aquí el itinerario de nuestro paseo con Clara. Pero dejemos que esta caminata nos reserve alguna sorpresa. Nos ponemos en marcha partiendo de las cosas más simples de nuestra vida. La vida es demasiado abundante para encerrarla en clasificaciones precisas. Clara no escribió un tratado sobre la oración, que podríamos limitarnos a leer y comentar. En el conjunto variado de sus escritos (Cartas, Testamento, Regla, Bendición) desgranaremos algunos textos que revelan lo que la apasionaba y lo que recogía cada día como la única buena nueva capaz de hacer de su vida un canto: el misterio de Cristo pobre. Podríamos traicionar a su autora si les impusiésemos un guión demasiado rígido. Permítasenos que nos detengamos de vez en cuando en un paraje inesperado, una travesía, un prado salpicado de flores que nos invita a hacer un alto... Nada de esto nos desviará mucho de nuestro proyecto: contemplar al Dios de Clara y, a través de esa contemplación, dejar que transforme nuestra mirada sobre Èl, sobre nosotros, sobre nuestro entorno, sobre el sabor de cada día.