Mi instinto me advirtió que Alex Volkov era un hombre peligroso. Mi cabeza me dijo que saliese corriendo cuando él me puso en su punto de mira con firme determinación. Y no es que yo no haya intentado resistirme, pero Alex había planeado su juego por adelantado. Siempre iba un paso por delante de mí, hábilmente enredándome más y más en su red. Hasta cuando me concedió la libertad, solo se trató de una ilusión.
Ahora mismo, hasta esa ilusión se ha desvanecido. Soy su prisionera en el sentido más literal de la palabra, mientras él me lleva rápidamente Rusia a bordo de su avión privado. Ya no tengo ni voz ni voto, no mientras nuestras vidas estén en peligro, y quizás no vuelva a tenerlos nunca más. Nuestra historia se balancea en tenso equilibrio sobre el delgado filo que separa el desastre de la felicidad. Cada día que pasa, estoy menos segura de sobre qué lado va a caer la moneda... ni de si sobreviremos siquiera.
Nota: Esta es la conclusión de la historia de Alex y Kate.