El patito feo es ahora un hermoso cisne. La belleza verdadera proviene del interior.
Hace muchos años fui campeón de baile y la estrella de un programa de telerrealidad. Selena Martínez fue mi compañera de baile y mi novia, pero ella no se veía a sí misma como yo lo hacía.
Diez años más tarde, nuestro antiguo entrenador me ofrece cinco mil dólares a la semana para aparecer en una temporada del exitoso programa de telerrealidad Dancing Under the Stars. De inmediato, le digo que no, pues no tengo ningún deseo de revivir mi doloroso pasado.
Excepto que una vez le hice una promesa a mi mejor amigo moribundo. Juré que me haría cargo de su mujer y de sus hijos si fallecía en el campo de batalla.
Puedo ganar cincuenta mil dólares, por humillarme en la televisión nacional, perder mi privacidad, convertirme en el hazmerreír del Cuerpo de Marines y enfrentarme a la mujer que me destruyó un día.
Aunque la autoproclamada patito feo es ahora un hermoso cisne, la chica de la que me enamoré se esfumó. Su deseo de ser una celebridad la consumió, un frívolo deseo de fama sustituyó su belleza interior.
Una temporada, diez semanas, un pequeño sacrificio por el hombre que me salvó la vida, aunque me cueste el corazón.