Es imposible sobrestimar las bendiciones que se pueden esperar de tales solemnidades familiares. Santifican dulcemente el hogar y son una imagen sagrada de la unidad celestial. El amor cimentará entonces los corazones que juntos buscan el rostro de un Padre celestial, que juntos juran obediencia a su voluntad, que juntos consagran todas sus facultades a su servicio, que juntos le bendicen por su esperanza común, que juntos le adoran por el don de Jesús y por toda la preciosidad de la revelación del Evangelio.