Es difícil ignorar a alguien cuando tienes sus manos dentro de tu boca. Bernie Rhodenbarr es todo oídos cuando el Dr. Sheldrake, su dentista, empieza a quejarse de su detestable casi-ex esposa, y de paso menciona los valiosos diamantes que ésta tiene mal guardados dentro de su apartamento. Como es cosa sabida que Bernie suele complementar sus entradas como dueño de una librería con algunas aventurillas no tan infrecuentes en el área del latrocinio de alta categoría, unas cuantas noches más tarde se encuentra dentro del apartamento Sheldrake con la idea de volarse algunas cositas –y se ve obligado a esconderse dentro del clóset cuando la señora de la casa hace una entrada inesperada. Para su desgracia, sigue escondido allí cuando un asaltante, que no logra ver, mata a la Sra. Sheldrake…para después desaparecer con todo y las alhajas.
Bernie tiene que salir del clóset en algún momento. Pero cuando salga tendrá que enfrentarse a la acusación de un asesinato que no ha cometido –además de un latrocinio que sin duda ha intentado cometer– a menos que él mismo logre pescar al asesino que lo ha dejado colgado.