En su conjunto, esta obra ofrece una vista panorámica del pensamiento chino antiguo, que no es un pensamiento estructurado siguiendo el estilo occidental, ya que los chinos piden a sus Sabios temas que conduzcan a la libre meditación, no ideas, y mucho menos dogmas. No importa si clasifican al Maestro que despierta en ellos el juego del intelecto como taoísta o confuciano; no importa si las prácticas que los preparan para la liberación de su espíritu están dirigidas a crear la impresión de autonomía incondicionada o a crear el sentimiento de la dignidad soberana del hombre. Ni el propósito real de la formación, ni el espíritu de los propios métodos difieren. Siempre se trata de entrenar a todo el ser. Ya sea que se busque la santidad o la sabiduría, ya sea que se realice por medio de juegos santificadores o ritos ennoblecedores, este entrenamiento siempre está inspirado por un deseo de liberación, y siempre se realiza en un espíritu de libertad.
El propósito de los tres primeros libros -o secciones- de esta obra es dar a conocer concepciones chinas que pueden presentarse de otro modo que como nociones comunes, que denotan ciertos hábitos mentales a los que los chinos parecen atribuir poder imperativo. Granet reserva para el último y cuarto libro (Sectas y escuelas) aquellas concepciones que consideró posible estudiar cómodamente en relación con obras específicas que testimonian ciertas direcciones del pensamiento chino; estas concepciones señalan tendencias menos constantes o menos profundas y son notables, precisamente, por su diversa fortuna; su principal interés es que pueden contribuir a dar una idea de la orientación que ha adquirido el pensamiento chino en su conjunto.