Nuestro Salvador envió una epístola desde el cielo a la iglesia de Éfeso, en la que la reprendió porque había dejado su primer amor, y amenazó con quitarle el candelabro: que le quitaría la luz si no recuperaba su amor. Por la misma mano, al mismo tiempo, envió otra epístola a la iglesia de Laodicea, en la que reprendió su tibieza y amenazó -porque no era ni caliente ni fría- que la vomitaría de su boca (Apocalipsis 2:4-5; 3:15-16). ¿Y los cristianos en Inglaterra no están bajo tal pecado, no están en tal peligro? Cuando algunos se burlan de las llamas del amor a Cristo como si fueran perros que ladran a la luna que está muy por encima de ellos; cuando los cristianos más nominales son totalmente ajenos a este amor, cualquiera que sea su conocimiento ficticio (los primeros lo consideran sólo una fantasía,