En una época en la que no existían registros históricos, vivía una princesa celta que soñaba con ser guerrera para liberar a su pueblo del yugo de los romanos.
Involucrada en intrincadas conspiraciones, no se dejó sacudir por la ilusión del poder, manteniendo su voluntad de luchar por la libertad y la justicia.
Al mismo tiempo, sintió surgir la pasión y el deseo, descubriendo que el amor no conoce hostilidades y une a los enemigos.
Acompañada de una diosa africana - que en esta historia se llama Oyá, nombre de la tradición yoruba -, siguió el des-tino que le reservaba la espiritualidad, revelando que las fronteras entre los pueblos son imaginarias e incapaces de destruir las afinidades y los designios trazados por el plano superior.