La vida libertina del duque de Rutland finaliza tras batirse en un duelo de honor con un marido engañado. Avergonzado por las secuelas de dicho desafío, decide abandonar Londres y marcharse a Haddon Hall, el apacible lugar donde creció, albergando la esperanza de encontrar la paz que tanto le urge obtener; sin embargo, la llegada de una noticia inesperada altera esa supuesta calma y provoca que el duque se emborrache.
Pese a los consejos de sus allegados, decide montar a caballo y galopar por sus dominios.
Cuando abre los ojos tras una desafortunada caída, descubre que una mujer lo ha estado cuidando en algún lugar apartado y escondido de sus tierras. Su nombre, Beatrice, y su único deseo, vivir en soledad el resto de su vida.