En 1893 Claude Monet crea un jardín acuático al lado de su casa de Giverny : un estanque rodeado de sauces, con lirios, nenúfares y un puente japonés.
Concebido como un remanso de paz, ese estanque de nenúfares se va a convertir en una verdadera obsesión para el artista : pinta cerca de 250 lienzos en los cuales intenta atrapar los reflejos de la luz en la superficie del agua.
La culminación de este empeño son los paneles de Los nenúfares instalados en 1927 en el Museo de la Orangerie, ocho composiciones dispuestas en dos salas ovaladas que dibujan el signo del infinito.
En este libro, Anette Robinson rastrea la génesis de Los nenúfares y su posteridad. Cuatro desplegables ofrecen una visión panorámica íntegra de esta obra maestra.