En un mundo que adora el poder y eleva a los seres humanos sobre pedestales erigidos a partir de los insustanciales bloques de construcción del ego, la arrogancia y el autoengaño, no es de extrañar que busquemos el significado y la iluminación en todos los lugares equivocados. Pero, ¿y si incluso el alma más desgraciada entre nosotros fuera un dios en un universo singular al que los seres sensibles adoran y dependen completamente para su supervivencia?