Con el díptico de Los siete locos/Los lanzallamas, Roberto Arlt (Argentina, 1900-1942), inaugura en la literatura latinoamericana un nuevo espacio de conflicto: la ciudad moderna, tan opresiva como multiforme, barroca en su iluminación de intensas luces y profundas sombras, "infierno --según escribe la eminente crítica Beatriz Sarlo--, espacio del crimen y las aberraciones morales, opuesta a la naturaleza, laberinto tecnológico". Dentro de ese cúmulo asfixiante, Remo Erdosain, el más grandioso antihéroe arltiano, encabeza un delirio revolucionario que atestigua, según Óscar Masotta, "la actitud de envidia y asombro del hombre de las clases medias y de los sectores bajos en ascenso frente a la vida mundana y relativamente desprejuiciada de las clases altas".
Ávido y desordenado lector de Cervantes, Nietzsche, Dostoievsky y la picaresca española, entre otras variadas fuentes expresivas, Arlt enriqueció su narrativa con sus estudios informales de química, física, ocultismo, matemáticas y con su ejercicio del periodismo y de la crónica que, unidos a una necesidad indetenible de expresarse mediante la palabra escrita, consiguieron andamiar una de las obras más originales en lengua española del siglo XX.