Era, sin duda, la mayor acumulación de oro en poder de un solo hombre: dos mil toneladas en lingotes, depositadas en una cámara acorazada de Zurich. Casi el 2% de las reservas existentes en el mundo.
El griego propietario del oro había decidido venderlo, pero la aparición de semejante cantidad en el mercado libre provocaría un hundimiento de los precios y la consiguiente crisis financiera mundial.
Dos hombres, separadamente, reciben un encargo casi irrealizable: vender el oro a inversores privados en el más absoluto secreto. Se trata de Eddy Polonski, un metalúrgico genial acosado por el omnipresente cartel sudafricano del oro, que necesita su asesoramiento, y de dan Daniels, abogado internacional, brillante pero en la ruina. Ambos comprendían que el oro del griego era su oportunidad para ganar millones. La lógica de las circunstancia hace que pronto se encuentren y decidan colaborar. Pero no sospechaban que había alguien más involucrado en el negocio, y que deberían enfrentarse a una fuerza ponderosa e implacable: un gran banco de la City londinense, controlado por hombres que se