No desvirtuar la realidad del otro. No invalidar la sexualidad ajena. No irrumpir el discurso colectivo. No perseverar valores obsoletos.
Acercarnos a entender la otredad desde lo cotidiano puede ser enloquecedor. Pero acercarnos a entender que la locura es también parte de lo que nos conforma, resulta un calmante en el camino de nuestro propio crecimiento.