En las profundidades del cosmos, una sinfonía invisible y eterna resuena. Cada partícula, cada átomo, cada estrella, vibra a una frecuencia única, entretejida en una danza cósmica de energía y materia. Nuestra Tierra, un planeta pulsante de vida, no es ajena a esta melodía universal. Su corazón late al ritmo de la resonancia de Schumann, una frecuencia electromagnética que envuelve nuestro planeta como un manto invisible. A nivel subatómico, las partículas pueden existir en múltiples estados a la vez y pueden comunicarse instantáneamente a través de grandes distancias. Esta teoría nos abre las puertas a un nuevo paradigma de la salud y la sanación, donde la mente y el cuerpo están íntimamente conectados y pueden influir en la materia a nivel cuántico. Mi investigación, basada en las teorías de Lovelock, Sheldrake, Braden, Einstein, Tesla y otros, me ha llevado a la conclusión de que todo en el universo vibra a una frecuencia específica. La Tierra, con su resonancia de Schumann medida en Hertz, no es la excepción. Al analizar los datos de la NASA sobre la resonancia de Schumann, utilicé la prueba de Shapiro-Wilk para determinar si los datos se distribuían de manera normal. Los resultados indicaron que, efectivamente, los datos seguían una distribución normal, lo cual me permitió aplicar un modelo de regresión lineal para realizar proyecciones futuras. Este modelo de regresión sugiere un aumento constante de la resonancia de Schumann hasta el año 2030. Este incremento podría estar relacionado con diversos factores, como el aumento de la actividad solar o cambios en la composición atmosférica por las emisiones de CO2 y el calentamiento de la temperatura global del planeta. Mis hallazgos sugieren que la Tierra está experimentando una transformación energética, y que esta transformación podría tener un impacto significativo en todos los seres vivos