Al tomar en las manos el volumen de Discursos y proclamas de Bolívar, lo mismo que al tomar en las manos un volumen cualquiera de su Epistolario, lo primero que ocurre a nuestro espíritu es la visión del guerrero y del imperator que el nombre de Simón Bolívar evoca. Una asociación de ideas se establece de súbito entre ese nombre y la existencia de su dueño, existencia que aparece como una tempestad de metralla soplando desde las cimas de los Andes, y un paseo triunfal de veinte años por las capitales de Sur América. Los Discursos y proclamas de Bolívar, lo mismo que sus cartas, fueron armas intelectuales esgrimidas por el prócer en su obra de destrucción y reconstrucción de un continente. A los intelectuales toca juzgarlos y conservarlos como legado precioso del genio. Para conservarlos con amor es necesario comprenderlos. Para comprenderlos en toda su plenitud es menester considerar el medio y el instante en que aparecen, el influjo prepotente y bienhechor que ejercen y la obra que ayudaron a realizar por medio de la virtud callada, eficaz, madrepórica de las ideas. Fuerte, brillante, personalísimo escritor, se abandona con muy buen acuerdo a su inspiración y no obedece ni sigue sino su propio temperamento. Su prosa es siempre rotunda; las imágenes nuevas y osadas; el estilo fogoso, volador.
Rufino Blanco FombonaParís, 1913