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El Gil Blas (libros 1 a 6) fue publicado en dos tomos en 1715 (en esta edición ocupan el tomo primero). La buena acogida que tuvo la novela (que se manifiesta por las sucesivas reediciones en París y Amsterdam) animó al prolífico Lesage a publicar dos continuaciones (en esta edición ocupan el tomo segundo), la primera a los diez años, en 1724 (libros 7 a 9), la segunda (libros 10 a 12) a los veinte años, en 1735 (con fecha de aprobación del censor real de 1733). La edición completa de 1747, publicada en París por los «libraires associés», fue la última revisada y corregida por el autor. El éxito del Gil Blas fue tal que se multiplicaron ediciones y traducciones: antes de ser vertido a la lengua se había ido publicando en inglés (1732), italiano (1735), danés (1749) y ruso (1761); con posterioridad lo sería en portugués (1800), polaco (1811), sueco (1828), alemán (1834), árabe (1850)... e incluso aparecieron unas Adiciones al Gil Blas, ya no firmadas por Lesage (libros 13 a 16). Se han calculado en más de doscientas cincuenta las ediciones francesas de la obra y en más de un centenar las españolas. El autor del Dictionnaire géographique, historique et critique (La Haya 1726), Antonio Agustín Bruzen de la Martinière (1662-1746), aseguró que Lesage había tomado el Gil Blas de la Vida del escudero Marcos de Obregón de Vicente Espinel, abriendo la inacabada cuestión sobre la paternidad y maternidad del Gil Blas. Voltaire, enemigo de Lesage, repitió tal especie en una «Lista de escritores franceses» que añadió a su Siècle de Louis XIV. Alano Renato Lesage nació en Sarzeau-en-Rhuys (Bretaña francesa) el 8 de mayo de 1668 (y no en 1677 como aparece en la bibliografía anterior a 1821, fecha de la edición de las Obras escogidas en 12 volúmenes que preparó Audiffret para el editor parisino Reouard) y murió en Boulogne-sur-Mer el 17 de noviembre de 1747. Novelista y autor dramático, profundamente inspirado en autores y temas españoles, su Gil Blas, traducido hace más de doscientos años por el padre Isla, se ha convertido en un clásico. El jesuita José Francisco de Isla Rojo (nacido en 1703 en Vidanes, pueblo de la provincia de León; de madre leonesa y padre procedente de Asturias, concejo de Colunga), dilecto alumno en Salamanca del famoso Luis de Losada (autor de un importante Cursus philosophicus, 1724), filósofo que parece ser le inspiró la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758), asentado en Bolonia (donde murió en 1781) tras la expulsión de los jesuitas de España (prescrita por Pragmática Sanción de Carlos III de 2 de abril de 1767, promovida por el asturiano Pedro Rodríguez de Campomanes), decidió entretener su vejez en «servir a mi nación en lo poco que ya puedo», traduciendo, con afán vindicativo, el Gil Blas (los cuatro tomos de Lesage y los tres de las adiciones). La traducción española de Isla fue impresa póstumamente en los talleres de Manuel González (Madrid 1787-1788, tomos 1 a 4) primero y en segunda edición por la imprenta de Benito Monfort (Valencia 1788-1789, tomos 1 a 4 y Valencia 1791, tomos 5 a 7), con el expresivo título Aventuras de Gil Blas de Santillana, robadas a España y adoptadas en Francia por Monsieur Le Sage, restituidas a su patria y a su lengua nativa por un español zeloso, que no sufre se burlen de su nación (título que se mantuvo hasta el tomo quinto, primero de las adiciones; el tomo sexto lleva por título Adición a las aventuras de Gil Blas o historia galante del joven siciliano, que suena traducida de francés en italiano, y de esta lengua la ha convertido en española el mismo viejo ocioso que restituyó las aventuras francesas a su original lengua castellana, y el séptimo incluye una mínima variante: Adición a las aventuras francesas de Gil Blas...). De esta manera, a los diez años de fallecido el traductor y cuando Lesage llevaba muerto más de cuarenta, pudieron leerse íntegras las aventuras del de Santullano en su lengua nativa. (Pentalfa publicó en 1989 la microedición íntegra de los siete tomos de las primeras ediciones españolas de la traducción del Padre Isla, en su Colección de Libros en Microficha nº 270 a 276.) La polémica Conversación preliminar, que comúnmente llaman prólogo que el padre Isla antepuso a su traducción, firmada como Joaquín Federico Issalps, anagrama con el que disimuló su nombre, se reproduce en esta edición (páginas 15-26). La Francia, estremecida por las afirmaciones del jesuita, herida en su amor propio e inflamada por el espíritu de Nicolás Chauvin, logró que un conde François de Neufchâteau leyera ante su Academia en 1818 una primera refutación de las pretensiones del Padre Isla (con no mejores pruebas que las aportadas por el traductor). Nuestra contundente respuesta no se hizo esperar y cúpole el honor a un ilustre riojano, sacerdote de ideas liberales y racionalistas, jansenista y masón, que acababa de publicar una famosa Historia crítica de la Inquisición en España. Juan Antonio Llorente, desde su exilio parisino, en efecto, publicó en 1822 una larga respuesta de cuatrocientas páginas, que apareció en francés y en español, donde se sostiene que el Gil Blas procedería del mismo manuscrito inédito español del que Lesage había reconocido en 1738 que había copiado su Le Bachelier de Salamanque, manuscrito del que sería autor el ilustre historiador Antonio de Solís y Rivadeneira, cuyo nombre figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua, y que habría sido proporcionado e Lesage por su muy amigo el hijo del marqués de Lionne, embajador extraordinario de Luis XIV en Madrid. Las ediciones modernas españolas del Gil Blas suelen mencionar al Padre Isla como traductor, aunque el texto que utilizan se aparte mucho, en general, del original. Desde el siglo pasado el texto ha ido evolucionando de unas ediciones a otras, con sucesivas modificaciones en la estructura de las frases y sustituciones de términos y expresiones que ya sonaban arcaicas o habían caído en desuso (por otras que hoy no suenan menos lejanas: sin ir más lejos, en el primer párrafo dice Gil Blas que su madre pasó a vivir a Oviedo, donde se acomodó por «moza de cámara», que los adaptadores de Isla convierten en «ama de gobierno»), al punto que hay ediciones que dicen seguir un texto que el Padre Isla no podría reconocer. Esta edición del Gil Blas ha seguido fielmente la traducción del Padre Isla, tal como apareció publicada en las primeras ediciones del siglo XVIII, de donde se ha tomado el texto directamente. Esta decisión se adoptó tras considerar que afrontar una nueva traducción de un texto francés de la primera mitad del XVIII que recrea ambientes españoles del siglo anterior, arrastraría tantas o más arbitrariedades que las que pudo cometer Isla (al margen del problema relativo a la determinación del texto en francés que habría de seguirse). Se adoptó también tras renunciar a utilizar cualquiera de los amalgamados textos de tantas ediciones modernas españolas. Y se adoptó por último conociendo la dura opinión de algunos críticos: «digamos de momento que la versión del jesuita ha sido siempre juzgada como de escasa calidad, pues la hizo, sin duda, apresuradamente, pobre de estilo y llena de incorrecciones de lenguaje; suprimió además diversos pasajes, modificó otros con escasa fortuna y dejó sin corregir –aparte los muchos que se le fueron de su cosecha– bastantes errores del original, tipográficos o referentes a nombres de personas y lugares» (escribe Juan Luis Alborg, Historia de la Literatura Española, Madrid 1975, tomo 3, pág. 289). Al recuperar el texto de la traducción original del Padre Isla, al margen de neuróticas infidelidades que cualquier filólogo celoso al que supongamos minucioso pudiera enumerar respecto a un texto francés que habría que aceptar previamente como canónico, ganamos, sin embargo, la posibilidad de leer un español escrito hace doscientos años, con todo lo que eso supone (aunque sólo sea porque el español que habla y escribe al astur-leonés Isla está más cerca del español que hubiera hablado y escrito eEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE E