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Situado en la linde entre la vida y la muerte, Paraíso Alto es un insólito lugar de peregrinación, un pueblo abandonado que atrae, misteriosamente, a los suicidas. Allí hace oficio de ángel (y de enterrador) un tipo que viste como un espantapájaros y actúa con la inocencia y la torpeza características de los cómicos del cine mudo. Por sus calles desfila una espectral galería de suicidas: una muchacha que camina con las manos, un viejo mago fugado de una residencia, una actriz porno, un camarero con bigote nietzscheano, un vendedor de libros con aspecto de detective, un flautista, un Pierrot borracho, un desertor, un barrendero melancólico, unas gemelas en silla de ruedas... Precedidos por ese ángel que canta una y otra vez la misma canción, todos ellos bailarán una danza de la muerte próxima al delirio. Dos son las puertas de los sueños, según Homero. Paraíso Alto, sin embargo, tiene una sola puerta, y en ella se confunden las sombras verdaderas y las sombras de la ilusión: cruzarla es seguir a Julio José Ordovás mientras explora los contornos del abismo, en busca de la alegría, la tristeza y el misterio de la vida, provisto de una mezcla de trascendencia e ironía, contención y disparate, delirio y cotidianidad en perfecto equilibrio inestable. Sin morbo y sin moralina, desde la sugerencia poética, Ordovás aborda uno de los mayores tabúes de nuestra época: el suicidio. Y lo hace con un relato de un humor tenebroso, en el que los sueños imponen su propia realidad, como impone su voz un narrador ya consolidado tras la espléndida acogida de su debut, El Anticuerpo: «Una especie de Amarcord estepario y desolado. La sombra de Huckleberry Finn es alargada y aquí su influencia, felizmente rebelde, innegable. Una novela, por su transgresora originalidad, de inexcusable lectura» (Jesús Ferrer, La Razón); «Un libro distinto, turbador, nada complaciente y acaso infernal, descarnado casi siempre, sincero, brillante y pleno de destellos» (Antón Castro, Heraldo de Aragón); «Ordovás sorprende con una historia de historias mínimas en la que sobresale el aliento poético de su escritura, concisa y precisa, y las originales imágenes... Una novela que estimula al lector para que no pierda la pista de la siguiente obra de este autor» (Íñigo Urrutia, El Diario Vasco); «Una poesía tan áspera como absorbente» (Ignacio Martínez de Pisón).