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Díptico modal que trata con ironía el universo gestual de la literatura. Dos voces colisionan, una venida de 2005, desde Japón, nos muestra al escritor «previo»; la otra llega de México, del año 2010, inmersa ya en la impostura de los nombres propiosà Saldo del choque: una víctima (de sí mismo), todos heridos, poesía y humor. El siniestro total de la literatura.«A Olmos no tendríamos que leerlo porque está en la lista Granta, ni porque en 1998 quedó finalista en el XVI premio Herralde, ni porque el blog que administra como Lector Mal-herido sea un ejemplo fino de crítica literaria. A Alberto Olmos hay que leerlo porque es un gran escritor.» Jorge Téllez, Letras Libres «Una tierna crónica de náufrago extraviado en el marasmo de la feria (literaria) de las variedades, o vanidades. Uno inicia la lectura de esta (sic) Pose creyendo que puede ser una nadería, y comprueba, complacido que es algo, algo más. Bastante.» Javier Goñi, El PaísAlberto Olmos nace en Segovia, en 1975. Hasta la fecha ha publica do siete novelas: A bordo del naufragio (Anagrama, finalista del premio Herralde, 1998), Así de loco te puedes volver (Tertulia de los Martes, 1999), Trenes hacia Tokio (Lengua de Trapo, 2006), El talento de los demás (Lengua de Trapo, 2007), Tatami (Lengua de trapo, 2008), El estatus (Lengua de Trapo, premio Ojo Crítico RNE, 2009) y Ejército enemigo (Mondadori, 2011). Ha estado a cargo de la edición de los volúmenes recopilatorios Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder (Caballo de Troya, 2009) y Vida y opiniones de Juan Mal-herido (Melusina, 2010). Sus artículos y crónicas han aparecido en Público, El País o El Mundo. Actualmente colabora con eldiario.es y ejerce la crítica literaria en la revista Qué Leer. En 2010 Granta en Español lo incluyó en su lista de mejores escritores jóven es del ámbito hispanohablante.De gestos tan literarios como el de aproximarse al vientre la punta de un cuchillo, o el de pasear por la feria del libro de Guadalajara junto a una bella joven, se compone Pose, díptico modal en el que Alberto Olmos trata con ironía el universo gestual de la literatura. Dos voces colisionan: una, venida de 2005, de Japón, nos muestra al escritor previo, encantadoramente torturado, que hace de su vida un campo de pruebas de la palabra; la otra nos llega de México, del año 2010, inmersa ya en la impostura de los nombres propios y la fama fugitiva del negocio editorial. Saldo del choque: una víctima (de sí mismo), todos heridos, poesía y humor; el siniestro total de la literatura. «Empiezo a escribir, es fácil, escribir es fácil: digan lo que digan, escribir es fácil. Lo difícil es que duela. El personaje habla, lo que dice está bien, pero no es suficiente, entra más dentro de mí, personaje, reviéntame, sigo tecleando, reviéntame, escribo cinco palabras que me hacen llorar, sigo tecleando, sigo llorando, el personaje está por fin diciendo algo que es verdad y yo estoy llorando mientras tecleo y ya sé que nadie nunca me va a enseñar nada de literatura que supere lo que he aprendido hoy, a esas cinco palabras que, cuando termino de escribir, releo y releo para seguir llorando, cinco palabras que son como el código genético de mi vida. Cinco palabras que dicen: Sabes que vas a fracasar.»