Es fácil juzgar como "vida sin sentido" la de quienes, ignorando las reglas establecidas y hasta oponiéndose a ellas, viven con intensidad todo suceso. Difícil entender que sus momentos no son ni buenos ni malos, sólo "son" y por lo tanto no necesitan ser analizados o explicados.
Por qué esperar a que alguien parta para reconocer que tocó nuestro corazón dejando huella permanente y darnos cuenta muy tarde de que sus acciones y actitudes inexplicables forjaban el sentido de su vida. La vida es tan frágil, que cada instante puede ser el último para mostrar el amor incondicional que acepta y respeta "el ser y hacer" de nuestros hijos, parejas, y demás personas que nos rodean, valorando sin prejuicios lo positivo y trascendente de cada uno.